El juicio final

EL JUICIO FINAL

Nunca antes un juicio había levantado tanta expectación ni había congregado a tantos espectadores; tanto, que hubo que improvisar una audiencia fuera del edificio erigido a los efectos para poder dar cabida a todos los asistentes.
¿El culpable de este suceso?, un hombre de mediana edad de aspecto desaliñado que mantenía su silencio, como desafiando al personal, ante el interrogatorio al que estaba siendo sometido y las ofensas que provenían sin cesar de entre la muchedumbre.
¿Su pecado?, embaucar, timar, estafar y los muchos apelativos que se había ganado por las miles de víctimas que había cosechado en sus interminables conspiraciones a lo largo y ancho del país. Un delito menor quizá, pero magnificado porque contaba con demasiados damnificados a su espalda.
¿El castigo?, cualquier condena hubiese sido justa, pero no todas hubiesen acallado a la multitud. Realmente a aquel hombre le había caído una cruz encima.
El proceso transcurrió de forma atípica, mas al final aquel criminal recibiría su castigo.
Ni una sola palabra salió de su boca, ni un mal gesto, ni una simple mirada fuera de lugar. Tan sólo cuando se hallaba ya cumpliendo su condena se atrevió a proferir unas vagas palabras para sí mismo.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu dicho esto, expiró.


Jesús de Nazaret acababa de ser juzgado.


ÁLVARO CALVETE

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